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Por: Victoria S.

Estimado lector, soy Victoria S. y voy a decirles que odio el transporte público, y absolutamente todo le que le rodea, si alguna vez te has visto obligado a andar en camión probablemente coincidas conmigo, este reportaje acerca del infierno que representa el transporte urbano para mí.

Todo comenzó una tarde de marzo, tenía un compromiso con unas amistades así que me guste o no debía de viajar en camión (pesero, burra, autobús o como quieran llamarle), ya que, al igual que otros cientos de personas en Mexicali, es mi única opción al no tener carro; Mientras caminaba hacia la parada un autobús escolar, de esos amarillos que son hornos con ruedas, pasó junto a mí dándole un retoque a mi maquillaje con una gruesa capa de tierra, lo cual mi estimado lector resulta gravemente desagradable en cualquier momento, más cuando acabas de tomar una refrescante ducha.

Al llegar me quedé esperando allí un buen rato frente a la Paletería Michoacana, el lugar más divertido de la colonia en la que vivo, hablo en serio es lo mejor de este lugar; era la una de la tarde y los críos de secundaria recién salían de clases, así que sobra decir que me vi atrapada en una oleada de pubertos malolientes que hablaban de temas interesantes y profundos, como por ejemplo de los chicos que se pararon a mi derecha que hablaron de cómo serían navajeados si se metían en territorios ajenos a los de sus pandillas y sobre sus madres enfrentándose a hombres chakas con rifles para salvar a sus hijos de golpizas, deberían de añadir esos contenidos a los libros de Estructura Socioeconómica de México.

Para mi fortuna mi autobús llego antes de lo previsto y así no tendría que escuchar la conversación de las chicas de al lado que hablarían sobre lencería y de lo gordas que estaban. Al subirme y pasar mi tarjeta de autobús por la maquina sentí “la mirada”, ese desprecio infinito que proyecta el camionero cuando usas la tarifa de estudiante; en cierto modo los camioneros tienen razón en odiarnos ¿Cómo se nos ocurre pagar con tarjeta y usar el descuento que nos toca como estudiantes? en verdad que somos desconsiderados, después de todo es menos dinero que pueden robar o ¿A caso no recuerdan cuando solían tapar las barras contadoras cuando subían pasaje?

Me senté en la parte media del camión dispuesta a ignorar al universo cuando una conversación captó mi atención, provenía de un adolescente que acababa de subir al camión y un estudiante que ya se encontraba ahí.

– ¡Hey! ¿Te saliste, verdad wey?
– Sí, es que no mames, ya había reprobado cinco materias y me fastidié de la escuela, pero estoy trabajando en una fábrica.
– Umta tas pendejo ¡si el certificado ya te lo regalan wey! ni tareas tengo que hacer con que entregue toda la pinche carpeta al final te pasan.

Así es como los jóvenes miran la educación hoy en día, no los culpo, hay muchos huecos en la educación que ofrece nuestra comunidad, pero aun así no puedo evitar juzgarlos en silencio.

Pero, ¿Acaso esto era todo lo que el transporte público ofrecía? baños de tierra, adolescentes mal educados y camioneros poco amigables, quizá mi odio sólo se debía a la mala impresión de mi ruta habitual, era posible que la ruta Eje-Lázaro cárdenas estuviera maldita y el resto del mundo fuera feliz en viajando camión. Por ello decidí experimentar el transporte urbano en su totalidad, y así tener una justificación de todas mis quejas.

Durante la semana tomé diferentes rutas además de la anteriormente relatada fui pasajera en el Villa verde, Ruta 9, Valle Dorado y Consti, así quizá, en el mejor de los casos me daría cuenta que el transporte público no es tan malo, que sólo el que yo tomo apesta y así mi molestia se atenuaría, y en caso de estar en lo correcto tendría pruebas irrefutables de su decadencia y una justificación razonable para mis quejas.

El Valle Dorado de ahora en adelante será conocido como el camión más hipster de Mexicali; el panorama cambió enormemente cuando me bajé del Eje-Lázaro Cárdenas y me subí a éste. Mientras que en el primero los ocupantes eran niñas embarazadas, trabajadores de fábrica, ancianos y mujeres con demasiados hijos, El valle dorado portaba en sus entrañas a jóvenes de entre 15 y 35 años, claro está todos ellos con sus celulares, ipods y tablets, porque son del tipo de gente que enseña lo poco que tiene para pretender que tiene dinero. Lo afirmo porque conozco a ese tipo de personas, vi ese mundo de cerca y me pareció demasiado estúpido formar parte de él.

Días después experimenté viajar en el Villa Verde y no jodan, es como bajar al mismo infierno y saludar al Diablo; los asientos rotos, grafiteados y en mi asiento un trapeador mojado, quizá parte del pasaje incluye un curso básico de labores de limpieza que funcionara de capacitación a sus pasajeros para su futuro laboral; a mi costado, una ventana rota tapada con un plástico de bolsa desechable, ingeniería mexicana en su máxima expresión (awebo). Seguramente la gente que sube a ese camión lo hace porque no les quedo de otra, porque no creo que nadie en su sano juicio quiera subirse a un camión así y entonces es cuando me pregunto:

¿Por qué seguimos permitiendo que nos traten así?

¿Por qué tenemos que aguantar un mal servicio de transporte?

 

Y, ¿Cómo demonios esperan que uno no se deprima? Si de camino a casa tienes que sobrevivir a los acelerones del camionero que no se espera a que te sientes y casi te manda de boca hasta el fondo del camión? si hasta a las vacas las transportan de modo que no se vayan a lastimar en el trayecto, ¿eso significa que nosotros valemos menos que las vacas?

Al parecer para las empresas somos reses que producen dinero, que se le va a hacer. Pero ¿Lo merecemos?

…Creo que de cierta forma sí, al menos la mayoría de la gente que se subió al mismo tiempo que yo se lo merecía.

Todos los asientos ocupados en los camiones Valle Dorado, Constitución y Villa verde, ¿y que creen? Así es amiguito, la mayoría de los que iban sentados eran hombres. No soy feminista ni pretendo serlo jamás, pero creo que hay situaciones que ameritan que levantes tu trasero y le ofrezcas tu asiento a alguien que lo necesita más que tú, como la señora embarazada que iba parada junto a mí en el Consti, o como la abuelita que se subió en el Villa Verde cargando bolsas de mandado. Esos idiotas que no fueron capaces de pensar en alguien más que en sí mismos, realmente se merecen ir en esos camiones, como vacas, peor que vacas, por que a final de cuentas son animales sin raciocinio.

 

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¿Y yo me merezco viajar en camión? Quizás lo merezco, no lo sé realmente, quizá es mi castigo por no ponerme a trabajar después de clases como todos mis amigos para poder comprarme un automóvil. Pero como eso no es posible me conformare, como dije en un principio, con ignorar al mundo mientras viajo en el camión escuchando música a todo volumen.

 

 

Redacción Lo Mixto
Información curiosa de ciencia, historia, sociales y mundo pop.

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    1 Comment

    1. Firmaron la peticion para bajar el precio?

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