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Por: Karen Ramírez

Parecía no correr el tiempo en aquel hormiguero de personas. La explanada del gran recinto de Expo Guadalajara con sus cementos grises no dejaba de verse abarrotada; y aunque la bandera de México ondeaba orgullosa e imponente, ese día Sudamérica era quien regía. Como emblema de color, ese año Argentina engalanaba a la Feria Internacional del Libro en un armónico juego entre decoraciones en azul y amarillo.  Como cada año, la Feria le abría paso a ávidos comelibros y aficionados curiosos. Era el fin de semana inaugural y no podía si quiera calcularse con la mirada la cantidad de cabelleras de todas las tonalidades que,  como una masa impredecible, se movían de una repisa a otra.

Ese 2014 ni las tradicionales alfombras grises parecían ser las mismas, todo lucía más nuevo, más impresionante, más lleno de vida, más latino. Un gigante semicírculo con matices azules, beige y blancos daban la bienvenida a todo el que iba ingresando; Mafalda reinaba la periferia de aquella zona semiredonda con viniles donde sus aventuras, obras de Quino, se hacían presentes a una escala maximizada, provocando que todo aquel que supiera leer se detuviera a hacerlo. Borges, Cortázar, Storni y muchos otros de sus compatriotas y colegas autores de la literatura argentina protagonizaban el área del hemiciclo.  La gente caminaba alrededor de él como hipnotizada por los cientos de materiales de lectura que parecían reproducirse cuando nadie se daba cuenta. Un niño rendido ante la curiosidad se recostó en los pisos blancos, y recargado en su mochila dejó pasar los minutos para hundirse en el umbral de fantasía de Historias entre tumbas, al lado de un librero de tres niveles donde reposaban los ejemplares para niños.

La leyenda en un stand que rezaba burlona “El 70% de los mexicanos no lee un solo libro al año”, parecía mentir si se tomaban en cuenta los cientos de pares de pies que no se detenían a menos que fuera para abrir un libro; esperanzaba ver a tanta gente luchando, sin ser necesariamente su objetivo, por contradecir la terrorífica estadística.

No se veían sino caras de interés y ojos brillantes en todos los metros cuadrados que la gran feria comprendía, y es que todos, por lo menos ese día, amaban la lectura. No se hacían los boludos: leían.

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Esta entrada fue escrita por un colaborador invitado para CreaLaTV y LoMixto.

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